Mis escritos del Mundial de Escritura Parte II

sábado, 5 de marzo de 2022

 

 Consigna Día 4 del VI Mundial de Escritura: espacios de la naturaleza; piensen un paisaje que ustedes conozcan y lo retuercen, lo extrañan.

Claustrofobia

Un hombre se encuentra aturdido por las voces de una fiesta descontrolada, sostiene un vaso de vino que no sabe cómo llego a su mano, toma los últimos tragos y da dos pasos trastabillantes hacia adelante, está mareado. La fiesta pronto llega a su fin cuando se escuchan vidrios romperse, el chico atisba lo que podría ser una botella estrellándose contra la pared. Es hora de irse de la fiesta.

Camina a pasos lentos y torpes, sus amigos se fueron en distintas direcciones y ahora está abandonado a su suerte entre los edificios de la ciudad, los ve altos e imponentes, le da la sensación que estuviera dentro de una caja. Comienza a sentir una confusión en su sistema, las calles se ven borroneadas y no distingue los colores de los semáforos ¿Qué está pasando?, se pregunta. No recuerda haber ingerido tanto alcohol, pero sospecha que el vino que tomó no era solo vino. En frente se encuentra el parque de su barrio, decide dar un paseo para tranquilizarse.

El hombre se sumerge en el parque deshaciéndose del barullo que lo aturdía. Camina arrastrando los pies, balanceándose de un lado a otro, un viento fuerte sopla en las copas de los árboles, altos hasta el cielo, un pájaro irrumpe en una rama con un fuerte graznido que distorsiona la música de los árboles trémulos que susurran con el viento. Respira de manera entrecortada e intenta abrir sus ojos, los siente achinados y la piedra del suelo se ve borrosa y curvada; se siente mareado y ya no logra distinguir los sonidos del parque. Comienza a correr despacio por un camino empinado y desfigurado, las grietas en la piedra se desarman y arman en formas trambólicas y la dureza del suelo le aplana los pies, siente sus piernas pesada así que decide adentrarse por el medio del pasto, pero la tierra se encuentra húmeda y sus zapatillas se hunden y resbalan en el barro, se pregunta por qué decidió ir al parque, recuerda necesitar aire fresco, alejarse de las personas, de los edificios claustrofóbicos, pero se da cuenta que los árboles también lo encierran, que las raíces sobresalen de la tierra y se enredan en sus pies, quieren atraparlo, sus ramas se mueven furiosas y rajuñan su brazo derecho. El instinto le grita que corra, pero sus piernas ya no parecen hacerle caso. Su pulso está acelerado y alrededor no ve más que hojas y ramas mecerse y volar, piensa que se va a quedar sin aire e intenta recoger un poco de todo ese viento, pero los árboles parecen robárselo, dejarlo sin aliento para poder envolverlo con sus ramas y nunca dejarlo ir. Mueve su pecho arriba y abajo, pero es una pantomima que de nada sirve para llevar oxígeno a sus pulmones, es el fin, piensa, la tierra me va a tragar. Cae rendido al suelo, sus palmas extendidas sienten al barro pegajoso y frío que le parece deshacerse en sus dedos, el pelo le cae delante de la vista como una cortina, ahora solo puede ver jirones de pasto y una tierra caldosa moviéndose en espiral. Pero hay algo, hay algo más ahí, una forma geométrica, un rectángulo, intenta descifrarlo con el tacto, mueve sus manos agitadas hacia el objeto, palma su superficie, es dura y hueca, mira hacia el cielo, hacia la noche oscura en busca de algún vestigio de la luna que lo ayude a salir de esta pesadilla. Luz, necesita luz que calme a las plantas, que calme al viento y a las ramas. Desesperado, intenta recobrar aliento, aprieta al objeto encontrado con sus manos, tiene una punta metálica. Es un encendedor, se da cuenta. Es un encendedor, es fuego.

En un último intento por escapar de ese parque tenebroso, se enfrenta a los árboles, los mira de frente, desafía sus copas que parecen infinitas, perdidas en la oscuridad del inmenso cielo, pelea con el viento usando sus brazos extensos y firmes, blande el encendedor como si fuera un hacha. No se atrevan a tocarme, les dice. Consume todo el aire que puede y luego lo suelta en un feroz grito de guerra. No van a poder conmigo, les grita. Desliza su dedo por la piedra metálica y convoca al fuego para pelear contra la naturaleza. Enseguida el fuego vuelve a apagarse, el viento no le da una tregua, toda su valentía se desinfla como un globo los árboles se estremecen de misma manera que sus piernas, que resbalan en el barro.

El fin parecía haber llegado para el hombre, lloraba desconsolado sosteniendo un encendedor con sus dos manos. A lo lejos, una chica lo observa divertida, y decide al fin ayudarlo, finaliza el video tomado con su cámara del celular y corre hacia él para levantarlo del césped.



Autora: Luna Bincovich

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